sábado, 13 de noviembre de 2010

En el número 16 de la Calle Mayor...




Yo crecí en la Calle Mayor... fue mi único universo hasta el año 2000.
Aún en la actualidad, cuando me fui a vivir con Quini, sentí una sensación tremebunda de nostalgia al llevarme de casa de mis padres las cajas con las pocas cosas que poseo (y que necesito).
No sé porqué hoy, al bajar de mi coche y aparcar cerca del número 16 (mis papis viven el el num.11) me ha dado un vuelco el estómago... me hago mayor y los tiempos de dulce ingenuidad se alejan.
Siempre introvertida, lejana, triste... cuando marché mi vida cambió hasta casi quien soy hoy; y lo agardezco. Cansada de ser "la hija de" o la "hermana de"... y no soy como nadie, yo soy yo. Me gusta ser Mamen, si no fuese así me llamaría de otra forma... estoy algo cansada y deseo escribir esto hoy, puede que esté algo "dispersa".
Adoro la calle en que crecí...
Al mirar la ventana de "la casa de la Carmelina" he sonreído... tal vez ha sido también culpa del vino de Pepe Marco que he bebido en la Feria de Artesanía de Arándiga...
Recuerdo con especial cariño la tarde de aquel verano, de no sé que año... cuando aún se podían dejar las puertas de las casas abiertas y salíamos todos los niños a jugar sin miedo a nos hiciese daño algún coche... los vecinos salíamos con sillas a tomar la fresca. Eramos niños, niños felices.
Pili Vela y yo jugábamos con los niños pequeños a pillar y buscábamos barreras como si la vida nos fuese en ello... trepábamos por los barrotes de las ventanas de  esta casa como si de un castillo gigante se tratase, o como si nos creyésemos el cuento de las habichuelas mágicas.
Hoy he visto la ventana de nuevo...
Y la he visto taaaaaaaaan pequeña... qué ilusos somos los niños, y yo pensando que era la ventana maaaaaaás grande del mundo... y me he emocionado tanto. He tocado sus negras filas metálicas, despacio, con las puntas de los dedos...y he revivido el calor de aquel recuerdo...
Isidoro, el hijo de Carmelina, salió de repente de la casa; treméndo, como el gigante del susodicho cuento, y nos arrancó de la ventana, poniéndonos entre sus cántaros de brazos.
Nosotras gritábamos y nos retorcíamos inutilmente, intentando soltarnos.
Y aunque él se reía, nosotras no.
Nos llevó a la bodega, bajando unas escaleras que se hacían interminables... en las paredes había llaves (de muchos y diferentes tamaños): allí nos encerró. Cómo olía a viejo....
Pero Pili se escapó; y yo no...
Cuando se acabó la bromita en cuestión nuestros padres nos castigaron...

Lo recuerdo con mucho cariño...
Hoy la casa está casi derruida, abandonada. Me pregunto si sus paredes nos recordarán. Siempre llena de vida... y, ahora, tan sola.

2 comentarios:

  1. ¿Has pensado en ser escritora? :) se te da muy bien
    David Orensanz

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  2. Jjajjajajaj, tengo unos cuantos libros escritos... pero no publicados... y una historia publicada en unlibro.
    Cuando vayas a la Biblio pregúntale a Carmen.
    Gracias, gracias!

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